Salmissra

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Sobre Salmissra

Firestorm User

  • Nombre Eldara
  • Clase Cazador
  • Nivel 110
  • Reino Sylvanas

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  1. El nombre es Salmissra, y habría agradecido una notificación de que se iba a usar algo de mi autoría en una hermandad ajena a la mía. Sea como sea, os deseo mucha suerte en vuestro proyecto
  2. Alta Dama Cantofúnebre - ¡Detrás de ti! -Gritó a su aliado, mientras machacaba el cráneo de un no-muerto con un potente golpe de su filo. Su aliado, un renegado encorvado y consumido de mirada astuta, introdujo sus huesudos dedos en uno de los pliegues de su vieja túnica y extrajo un papiro con una gran runa en él. Diciendo unas palabras, activó el glifo, que consumió con una luz voraz a la gárgola que se abalanzaba sobre él. Kitiara se giró a toda velocidad y arrambló con tres necrófagos de un solo tajo, mientras rugía con furia. -Te juro que cuando alcancemos a esa hija de perra pienso arrancarle la cabeza. -Dijo a su aliado, mientras desincrustaba su espada del cadáver de un tirón, para rematar a otro con un golpe seco en las costillas. -Céntrate en nuestra misión, Acero Danzante... Fue idea tuya la de acercarnos a este sujeto en concreto. -Le contestó él entre dientes, mientras sacaba otra runa contra dos criaturas espectrales. -Podemos estar luchando contra estas criaturas todo el día, pero puede que entonces su "madre" no nos reciba de buena gana... -Kitiara lo miró con fiereza. - ¿Y qué demonios propones, saco de huesos inútil? ¿Que me deje devorar por estas criaturas? -El renegado hizo oídos sordos de la falta de respeto de la orco y extrajo otro pergamino, que quedó flotando frente a él. Después, trazó un dibujo en el aire con sus dedos, y un aura de luz se expandió, encadenando a todos los no-muertos que se aproximaban a ellos. Kitiara miró sorprendida al Maestre, pero en seguida recuperó la fría indiferencia de su mirada. -No negaré que ha sido impresionante. Bien hecho. -Le dijo, dándole una palmada en la espalda. Ascendieron las altas escaleras cubiertas de nieve hasta el imponente y oscuro edificio. Una vez allí, el renegado teletransportó a ambos dentro de la sala, evitando el imponente portón. Kitiara se enderezó las hombreras y miró a la figura frente a ella: una sin'dorei alta y grácil, pálida como la nieve y con el cabello de un color rubio apagado, casi blanco. Sus labios amoratados estaban agrietados, y sus párpados cerrados tenían un tono azulado y muerto. De repente, abrió los ojos y clavó sus frías y azules pupilas muertas en ella. -Alta Dama Cantofúnebre, hemos venido a dialogar en son de paz. -Dijo el maestre tras Kitiara. Con rigidez, la elfa giró el cuello hasta clavar la mirada en el renegado. -Alguien que viene en son de paz no asalta mi fortaleza y acaba con mis pequeños. -Contestó, con una voz reverberante y fría como el metal. Una voz muerta. -Nos disculpamos por eso, mi señora. Intentamos dialogar con ellos pero no se prestaron a ello... -Siguió hablando el maestre. -Podríais haberlos detenido. -Yo no los controlo en todo momento, criatura. Los dejo vagar por mi fortaleza, y cuando es necesario tomo su voluntad. -Esta vez era más que necesario, Cantofúnebre. -Espetó Kitiara. -Si nos hubiesen matado ahí fuera, te habrías enemistado con Orgrimmar automáticamente. -La elfa observó fijamente a la orco, que le sostuvo la mirada con gesto altivo. -Controla a tu perro guardián, compañero, o tendré que enseñarle modales. -Dijo tras un momento de tensión, sin emoción alguna en la voz. El renegado se llevó las manos a la cabeza y observó a Kitiara, que empezaba a apretar la empuñadura de sus armas. - ¿A quién llamas tú perro guardián, aberración? -Le dijo, como en un ronroneo feroz e intimidante. La no-muerta profirió una cruel carcajada. -No puedo sentir más que lástima por alguien que considera nuestro don como algo aberrante... Cuán ciegos están ante el regalo del Dios de la Muerte... -Dijo, dirigiéndose al Maestre e ignorando el desafío de Kitiara. -Y bien, decidme, ¿Qué habéis venido a ofrecerme? -Fuisteis expulsada de la Horda por predicar un culto al Dios de la Muerte, así cómo realizar sacrificios y practicar la nigromancia con ciudadanos de nuestra facción. -Dijo el renegado, con calma. Ella asintió. -Ahora mismo, no contáis ni con un miembro en vuestro culto, y los Caballeros de la Espada de Ébano os dan caza. -Esos pobres desgraciados están ciegos. -Contestó ella. El renegado asintió en silencio. -Vengo a ofreceros la paz con la Horda y los Caballeros de la Muerte, y la libertad de predicar vuestro culto de nuevo, Lady Cantofúnebre. -Ella arqueó la ceja. - ¿A cambio de qué, renegado? -La Horda pide que jureis lealtad a la Espada de Ébano, Alta Dama. Con ello, se os concedería la paz, y podríais ir a Acherus a practicar vuestra nigromancia. -El renegado observó a Kitiara, que esperaba impaciente. -A cambio de la legalización de vuestro culto y el reconocimiento de este lugar como vuestro, se os pide que os unais a Kitiara Acero Danzante y a mí, y prestéis vuestro poder a Redentium. La elfa se quedó en silencio, observando a ambas figuras frente a ella. Después, asintió con la cabeza y se puso en pie. La Alta Dama Cantofúnebre se había unido a la organización.
  3. Thoruk Halduk se encontraba en la entrada de la cueva que usaba como refugio, a la espera de que algún héroe ingenuo o algún demonio patán se acercara al estrecho cañón. Mientras, Zakkax se encontraba dentro, avivando el fuego de la hoguera. -¡Esto es denigrante, orco! ¡Mi poder puede hacer mucho más! -Cierra el pico, cenutrio. El guardia apocalíptico refunfuñó y siguió trabajando en la hoguera y el par de lechubestias que habían cazado para la cena. De pronto se escucharon pasos, ambos se prepararon para abatir al caballero de dorada armadura al que ya estaban acostumbrados cuando se encontraron con algo inesperado, un renegado y una orco hembra... La hoguera está ahora en las últimas, las lechubestias son ahora un montón de huesos que Zakkax se llevaba a la boca como si fueran aceitunas. Al rededor de la hoguera estaban el renegado, la orco y Halduk. Se había hecho el silencio total hasta que el renegado lo rompió. -¿Te unirás entonces a nuestra organización? -Cuenta con ello.
  4. Madame Xanadú -A partir de aquí seguiré sola, Colmillo Obsidiana. -Dijo Kitiara con determinación. El trol que la acompañaba asintió. -Llévate cuida'o con esa presa colega... No es de fia'. -Le dijo, precavido. Sin siquiera mirarlo a los ojos, la orco comenzó a andar hacia la última celda de aquellas mazmorras. Los trol podían ser tan supersticiosos... Se plantó frente a los gruesos barrotes de hierro de la puerta, y escudriñó con los ojos entrecerrados su interior. No veía a nadie. Debía ser precavida, según se decía esta bruja tenía un increíble poder que no debía ser subestimado... Seguramente estaría oculta entre las sombras de la celda. - ¿Quieres quitarte de en medio? No es que seas precisamente una sílfide como para plantarte en mitad de la puerta y pretender no estorbar. -Dijo una estridente y rasgada voz femenina tras Kitiara. Con agilidad felina, la orco se giró, pero no había nadie. - ¡Aquí abajo, cabeza de murloc! -Kitiara miró hacia sus pies. Una goblin la miraba fijamente, con gesto impaciente. Debía ser una de las criaturas más feas que la mujer había visto nunca: tenía el rostro arrugado como un trapo y una enorme nariz ganchuda con una verruga y un hueso que le atravesaba su tabique. Los labios, finos y agrietados, que se torcían en un gesto mezquino, escondían una hilera de dientes desordenados y diminutos, amarillos y en podredumbre, y sus rasgados ojos amarillos con diminutas pupilas daban una impresión astuta y temible. Las enormes orejas estaban llenas de pendientes de todo tipo, y el pelo grasiento y grisáceo recogido en varios moños. Además su piel era de un color verde apagado, como el de las aguas residuales, y, aunque era alta para su raza, estaba encorvada por una joroba en la espalda. Debía ser bastante anciana. - ¿Me dejas pasar ya, cachalote? -Le dijo, mientras hacía un ademán con sus manos, con uñas largas y sucias. Desconcertada, Kitiara se hizo a un lado. Aquella debía ser la limpiadora de las celdas. Ante sus sorpresa, la goblin empujó la puerta de la celda y la volvió a cerrar, encendiendo una lumbre con un chasquido de sus dedos y acomodándose en un colchón de paja. - ¿Qué miras, si puede saberse? -Preguntó la criatura. Kitiara se enderezó. -Soy Kitiara Acero Danzante, y he venido a buscar a la bruja conocida como Madame Xanadú. -La tienes delante. -Contestó. -Soy yo, la magnífica, la inigualable, la formidable Madame Xanadú, gurú de la brujería. -Kitiara frunció el ceño. Aquello la había sorprendido. -Bien, Xanadú. Has sido condenada por estafa, varios asesinatos, usurpación de identidad, rapto de niños, encantamientos ilegales a miembros de la horda... La verdad es que eso es más que suficiente para la cadena perpetua que estás cumpliendo... -Kitiara hizo una pausa para observar a la goblin, que se limpiaba bajo las uñas con aire despreocupado. -Pero no contenta con eso, invocaste un infernal en el circo de las sombras que causó numerosos destrozos y se llevó por delante a varios Brutos de Orgrimmar. -En mi defensa diré que yo no causé los destrozos ni mate a los guardias. No controlaba al demonio cuando hizo todo eso. -Porque perdiste el control, sí. Pero no intentaste acabar con él. - ¿Qué quieres que te diga? Confío en el cuerpo de seguridad de Orgrimmar. -Le contestó, encogiéndose de hombros. -He venido a ofrecerte un trato, Xanadú. Te daré la libertad de nuevo, y serás absuelta de todos tus cargos. Pero deberás ponerte bajo mi servicio y el de la Horda. -Dijo Kitiara, mostrándole el pergamino de Redentium a la anciana goblin. Ella lo leyó con curiosidad, y después lo arrojó al suelo. -Bah, ¿Para qué me voy a jugar la vida en misiones absurdas, si aquí tengo todo lo que quiero? -Dijo. -Me dan comida, una cama... Además, si quisiera la libertad me habría marchado hace tiempo. Unos barrotes de hierro no son nada para mis maravillosos poderes. -Añadió, señalando la puerta por la que segundos antes había entrado a su celda como si fuese la suite de un hotel. -Y entonces, ¿Por qué sigues aquí? Podrías huir en cualquier momento. -Se podría decir que fuera hay gente que no me tiene mucha simpatía, y entre estos muros estaré segura... - ¿Acaso tus poderes no son suficientemente poderosos como para detener a tus enemigos? ¿O es que se te han olvidado tus hechizos, vieja bruja? -Dijo Kitiara sonriendo mientras mostraba una pequeña libreta. Xanadú abrió los ojos de par en par. Era su libro de hechizos. La bruja tenía una potencia increíble con la magia, pero su memoria dejaba bastante que desear, por lo que había memorizado algunos hechizos y el resto, la gran mayoría, los más potentes o complejos, los tenía recogidos en aquel pequeño cuaderno, que llevaba siempre consigo a la batalla, hasta que un brujo rival se lo robó, celoso de sus potentes conjuros. Sin aquel cuaderno, Xanadú no tenía gran cosa que hacer. - ¡Devuélvemelo! ¡Ladrona! -Gritó, furiosa. Kitiara le indicó que se callara. -Te unirás a Redentium, bruja. Te guste, o no. A cambio, te daré la libertad, anularé tus cargos y te devolveré tu maldito libro. -Dijo la orco con voz autoritaria. -Pero a partir de este momento, me sirves a mí. Además, hay una buena suma de oro esperándote... - ¿Y? ¿Qué más me da a mí el oro? -Preguntó con su voz rasgada y chillona. Kitiara dio un respingo y abrió los ojos de par en par. - ¿Qué es lo que te parece tan raro? -Bueno... Yo creí que al ser una... - ¡Ah! Ya entiendo. Creíste que como soy una goblin me lanzaría corriendo en cuanto dijeses la palabra oro. -Dijo Xanadú. Kitiara asintió. -Pues eso, querida, es bastante racista. -Bien, bien, quitemos el oro del trato entonces... - ¡No! -Interrumpió la anciana con ansia. -Pero que quede claro que cojo el oro por ser una ciudadana inteligente y ahorradora, ¡No por ser una goblin! Y con un apretón de manos, Madame Xanadú se unió a Redentium.
  5. Muchas gracias por la aportación!
  6. (También podéis incluir imágenes que representen a vuestro pj cuando enviéis la ficha, si así lo deseáis) Una vez roleado el encuentro y reclutamiento, se procederá a enviar a tu pj a su primera (y seguramente la última) misión en solitario de la organización. Cuando haya sido completada, se le investirá completamente como miembro, y se le asignará un puesto dentro de Redentium y, si fuera necesario, un vigilante personal
  7. CONTACTO CON REDENTIUM: ENTREGA DE UNA FICHA MILITAR La entrega de esta ficha será realizada offrol, ya que onrol será el escuadrón el que os busque y recabe informacion sobre vosotros, por lo que pensad bien lo que incluiría. Deberéis enviármela por mensaje privado del foro, y si la considero bien hecha y adecuada para el rol, concertaremos el rol de reclutamiento. INFORMACIÓN PERSONAL Nombre original: (Algunos pjs por sucesos en algún momento de su vida se han cambiado el nombre o ligeramente cambiado. Aquí hay que poner el que le dieron sus padres al completo) Alias: Facción: aclaración (illidari, Atracasol, etc.) Sexo: Edad: Altura: Peso: Ojos: (incluye algún defecto: falta de visión, pérdida de algún ojo, cicatriz, etc) Psicología: (Incluye todo tipo de defecto psicológico, así las causadas por las guerras, carácter, comportamiento…) Lugar de nacimiento: Nacionalidad: Residencia: INFORMACIÓN PROFESIONAL Especialidades: Ocupación: Equipamiento: Experiencia en campo: INFORMACIÓN CONFIDENCIAL Conexiones: contactos personales Cónyuge/pareja: Padres: Familia: Idiomas: (Deberá explicar dónde lo aprendió y por qué.) Observaciones: (En este apartado por si algo de la historia de tu personaje sea importante a destacar, u otras puntualizaciones.) Igualmente, en un apartado al final de la ficha, deberá aclararse qué tipo de miembro desea ser: Redentor, Cultor, Ejecutor, Avizor, Erudito, Maestre (este rango en principio está reservado) así como especificar si el PJ sirve a Redentium por voluntad propia, o si bien está forzado a hacerlo
  8. -Lo que propones es arriesgado, Acero Danzante, y te habría despachado rápidamente de no ser por tu reputación... -Dijo el renegado, acariciándose la barbilla. -No tiene riesgo en absoluto si el mando lo asume alguien capaz, Mordath. -Contestó Kitiara con un brillo depredador en sus ojos. -Tengo los medios, la tecnología, la disciplina y la fuerza. Sólo me falta una cosa: la autorización de la nueva Jefa de Guerra. -Escupió la orco ante los escépticos ojos del renegado. -Y claro, ese alguien capaz eres tú, ¿No, orco? -Sonrió este. -Una honorable guerrera, una líder nata... Pero es bien conocido tu desprecio por el tipo de personas al que deseas juntar, Kitiara. No has sido nunca una mujer moderada. - ¿Y qué demonios importa eso, Mordath? Te estoy proponiendo un trato sin inconvenientes para ti: reclutar a gente útil pero peligrosa, y darles una redención digna dentro de la Horda. Nunca se me habría ocurrido presentarle este plan a Thrall, y con Garrosh no tuve tiempo para esas cosas, pero la administración de Sylvanas debería entenderlo. Al fin y al cabo, ¿qué sois los Renegados? -La orco sonrió con malicia y clavo sus feroces pupilas sobre su interlocutor. -Fuisteis armas de venganza contra un enemigo poderoso, usabais métodos poco convencionales... Y demostrasteis vuestra efectividad. Y ahora sois imprescindibles para la Horda. -Añadió, intentando complacer al renegado frente a ella. A continuación, sacó un amplio sobre negro de su bolsa, y lo puso sobre la mesa de Mordath con decisión. El renegado la miró fijamente antes de separar los labios: -Espero no tener que responder por ti, Kitiara. Porque no lo haré. -Y con un potente golpe, plantó en el sobre un sello rojo. -Redentium, así se llamará tu escuadrón. Tienes permiso para empezar el reclutamiento, y se te facilitarán los medios para ello, pero deberás informar de cada uno de tus miembros. Además, se te concede su liderazgo y administración. Enhorabuena, eres la Alta Redentora. Vigila tu espalda, Acero Danzante, tus hombres no serán honorables orcos a partir de ahora. -Los orcos honorables escasean en estos tiempos. El auténtico valor orco cayó con nuestro Jefe de Gerra. -Contestó con dureza la mujer. -Supongo que te refieres a la abdicación de Thrall, ¿no es así? -Dijo Mordath, sonriendo como una víbora. Kitiara no contestó, pero dirigió una mirada desafiante al no-muerto. Después, tomó la carpeta de encima de la mesa y se marchó, preparada para hacer oficial su escuadrón. Necesitaba comenzar cuanto antes, el tiempo apremiaba. Redentium es un escuadrón militar dirigido por Kitiara Acero Danzante de los Grito de Guerra. Este grupo surge por la necesidad de combatir el fuego con fuego, y para ello recluta a criminales extremadamente hábiles, brujos, caballeros de la muerte, cazadores de demonios, asesinos, sacerdotes de las sombras, cultores oscuros... A cambio de su redención y puesta en libertad, o bien de un pago en metálico o poder. En Redentium se distinguen dos tipos de soldados: los forzosos y los libres. -Los primeros son, como su nombre indica, personas que sirven al escuadrón de forma obligada (pueden ser presos, enfermos mentales de gran poder...). Debido al peligro que representan, se les implanta un dispositivo de seguimiento goblin en la nuca, que permite reducirlos en cualquier momento mediante potentes descargas eléctricas. A cambio de servir a Redentium, se les concede una amnistía de sus delitos y se les concede la libre circulación por la Horda y sus territorios, a pesar de que son estrechamente vigilados. -Los soldados libres son aquellos que han sido reclutados por la propia organización directamente: Kitiara y su Maestre han acudido expresamente a él para proponerle unirse al escuadrón a cambio de una recompensa en oro, tierra, reliquias, o lo que se estipule. Además, este escuadrón no es muy numeroso y destaca por dos aspectos: es de élite y es secreto. Esto implica que no actúan de forma abierta en las grandes guerras, portando un estandarte y junto a los soldados de a pie de un pelotón. Su trabajo es más sofisticado y complejo, e incluye el espionaje, asesinato, investigación, neutralización, apresamiento, sabotaje, guerra de guerrillas... En este grupo se aglutinan personas pertenecientes a las castas más oscuras de la sociedad, miembros de sectas ocultas y peligrosos individuos, por lo que es necesario mantener sobre ellos cierta autoridad. De esto se encargan los Redentores. Hombres de confianza de Kitiara, portan pesadas armaduras encantadas con runas y numerosos glifos en pergaminos por si fuese necesario neutralizar a alguno de los miembros de la organización. Los rangos del escuadrón, que serían reflejados en la hermandad, son los siguientes: Alta Redentora: Líder de Redentium, coordina a los Redentores y a los miembros del escuadrón, y responde por ellos en caso de que falten a la ley. Por ello, es especialmente dura e inflexible. Maestre: Se encarga del registro de todos los miembros en un censo, así como de la administración económica del escuadrón. Es el más sabio y culto de todos, por lo que también aconseja con sus amplios conocimientos históricos, geográficos y técnicos, además de encargarse de las relaciones con otros escuadrones y con la Horda. En caso de ausencia de la Alta Redentora, él coordinará Redentium junto a un Redentor designado por ella. Redentor: Personas de confianza y de ley, honorables y rectos, son hábiles con la fuerza y están preparados para hacer frente a cualquier amenaza interna. Son un búnker móvil. Tienen, además, el permiso de matar en cualquier momento a un miembro del escuadrón sin hacer preguntas y sin miramientos, aunque si lo hace injustamente será duramente sancionado con la pena mayor: la ejecución. (Los siguientes rangos son inferiores a los anteriores, aunque iguales entre sí, distinguiéndose por su habilidad y no por su especialidad) -Cultor: Aquí se aglutinan los taumaturgos y habilidosos de las artes oscuras en cualquiera de sus formas, ya sean brujos, nigromantes, sacerdotes de las sombras, chamanes oscuros… Son grandes dominadores de la magia y peligrosos enemigos. -Ejecutor: Aquellos miembros que usan la fuerza, como mercenarios, caballeros de la muerte, guerreros, gladiadores, asesinos brutales, cazadores de demonios… Suelen ser enviados junto a miembros más débiles como protección, o para neutralizar una amenaza de gran fuerza. -Avizor: Miembros de la inteligencia secreta del escuadrón, tales como ladrones de guante blanco, espías, asesinos sigilosos, envenenadores… Sus misiones son de infiltración, reconocimiento, robo, asesinato… -Erudito: Cualquiera de los diferentes miembros de la fuerza del escuadrón (cultores, ejecutores y avizores) pueden pertenecer también a la rama de investigación de Redentium, siempre y cuando estén especializados en alguna materia como la alquimia, inscripción, lenguas de Azeroth, demonología, herboristería… El reclutamiento será roleado, por lo que cualquiera que desee unirse a la trama deberá susurrar a cualquiera de los oficiales, y estableceremos el momento para ello. Igualmente, los miembros de Redentium serán enviados en misiones de diverso tipo, siempre en grupos de número igual o mayor a dos personas. También recordar que debido a que el escuadrón es secreto onrol, no será conocido por miembros ajenos a la trama a no ser que le sea revelado.
  9. Falrena no pertenecía a las islas, era una militar de Orgrimmar, y la encargada de la misión de colonización de Nightspire, su principal organizadora
  10. Comprendo que esta entrada del foro, la de mi hermandad, es bastante visitada y cuenta con un amplio público y actividad. Sin embargo, el título lo deja bastante claro ASHRAN ROL ARMY. Es decir, que solo miembros de mi hermandad pueden publicitar eventos en él, o publicar relatos, y siempre con consentimiento de un oficial si no puede ser el mío propio. Para publicitarte a título personal te recomiendo hacerlo en otra entrada del foro, alguna creada por ti mismo o en el juego.
  11. Bien, con este relato se pone fin a la trama del "Éxodo de Nightspire", quedando los náufragos ya en Orgrimmar, y pudiendo moverse ya con total libertad por Azeroth. La siguiente trama, aún en construcción, sera anunciada en su debido momento!
  12. La huida de los náufragos El sol comenzaba a elevarse sobre la frondosa selva de aquella isla perdida y salvaje, y las fieras nocturnas se iban a sus oscuros rincones a descansar, mientras que las bestias diurnas les tomaban el relevo. En un rincón de aquel selvático lugar se abría un claro libre de árboles y palmeras, donde había instalado un rudimentario campamento circundado por afiladas picas de madera. Dentro, cada uno de los náufragos se ocupaba en lo que podía. Los cazadores del grupo habían partido pronto aquel día, y aún no habían regresado. Los recolectores, mientras tanto, subían a los árboles y recogían frutas, o arrancaban verduras del suelo. Un grupo de personas tejía armaduras de cuero cocido con dificultad, mientras otros tantos, bajo las órdenes de Martillo Sangrante, forjaba armas de metal rudimentario. En una esquina, dos magos sin'dorei se concentraban en las líneas ley del planeta, buscando una ruta a través de la cual abrir un portal de vuelta a casa. Aunque claro, sin saber el lugar donde se encontraban, el trabajo se complicaba. Liryel alimentaba a sus raptores mientras observaba con resentimiento al gran orco que se paseaba de un lado a otro del campamento. Si por ella fuera, una sola flecha y acabaría de una vez por todas con él. Pero no podía, o toda la camarilla personal de Martillo Sangrante se le lanzaría encima y la despedazaría. Un grupo de goblins se reunía en el lado opuesto del campamento que los magos sin'dorei, e intentaban reparar un dispositivo de geolocalizacion portátil. Ya habían recuperado las cejas desde su último intento de arreglarlo, y se sentían animados para ello. Los exploradores regresaron. Había habido otra baja, devorado por una pantera. Era difícil defenderse de las bestias con unas armas tan básicas y armaduras tan simples. Mientras que los amigos del caído se lamentaban, el resto siguió con su rutina. Era frustrante, sí, pero ya se habían acostumbrado. Berenize observaba desde los muros de la imponente ciudad trol, en dirección al campamento de náufragos. El médico brujo le había dejado claro que no debía reunirse más con ellos, y para prevenir su huida, la habían recluido entre aquellos gruesos muros que rodeaban la ciudad regida por su compañero. Aquellos pobres náufragos eran tan poco precavidos... Sus fogatas eran claramente visibles, y su actividad obvia. Ella había conseguido ocultar su existencia ante Rasteek diciendo que el humo era de sacrificios a los dioses por toda la isla. Allí recluida y sin poder acudir a ayudarles, era cuestión de tiempo que la gran tribu se abalanzase sobre ellos y los masacrase. Daba igual cuántos apellidos imponentes tuviesen, cómo de civilizados fuesen, o elegantes, o guapos. El acero contra la carne surtiría el efecto que siempre surte. Se abrazó a sí misma. Hacía tanto que nadie la abrazaba... Giró la cara para no mirar más algo tan lejano, y volvió a descender los muros, dirigiéndose al interior de su cabaña. Un grito triunfal interrumpió la paz en el campamento. Una goblin saltaba con euforia de un lado a otro mientras sostenía un aparato metálico en sus manos verdes. Aquel cachivache pitaba de forma monótona y constante, ignorando la alegría de su dueña. - ¡Lo he reparado! ¡Soy la mejor! -El geolocalizador portátil estaba arreglado, y era cuestión de minutos que pudiesen determinar su posición en el planeta. La alegría en el campamento era colectiva, y los magos sin'dorei esperaban ansiosos a conocer su ubicación para empezar a abrir el portal. - ¿Dónde está el líder? ¿Y Graug? -Dijo la emocionada goblin. -Ha partido con los cazadores de nuevo. Quieren explorar el sector oeste de la isla. -Respondió un orco de expresión severa y pelo cano. -Nadie abrirá ningún portal hasta que él haya vuelto, o ateneos a las consecuencias. -Añadió, señalando a los elfos de sangre con su hacha. Éstos le respondieron con una media sonrisa arrogante. Dos magos contra un sólo guerrero... Abrirían el portal cuando ellos quisieran. Rulka se detuvo frente a un gran muro de piedra cubierto parcialmente por lianas. Se quitó el guantelete de malla y lo arrojó al suelo, buscando un punto de agarre fiable con las manos desnudas. La orco era una ágil escaladora, y era su misión determinar si aquel muro escondía una gran ciudad trol. Ascendió con una envidiable velocidad apoyándose en pequeños salientes y lianas, y llegó al borde superior del muro, encaramándose a él. Los ojos de la orco se abrieron de par en par según observó lo que se extendía ante ella: una imponente y enorme ciudad trol llena de cabañas, esculturas, templos, altares... Enormes y gruesos muros la dividían en distintos guetos, y una frondosa capa de hojas y ramas cubrían el cielo, debido a los altos árboles, que hacían una cúpula sobre la ciudad. Descendió rápidamente y corrió hacia Graug Martillo Sangrante. - ¡Graug! ¡Graug! -Dijo con nerviosismo. -La he visto... ¡He visto su ciudad! ¡Es enorme y rebosa gente! -Hizo una pausa para tomar aire, ante la atenta mirada del orco. -Hay muchos de ellos, muchos... No es que nos dupliquen, ni que nos tripliquen... Es como si invadiésemos Ventormenta con diez hombres... Un suicidio. -Graug frunció el ceño y elevó la vista hacia el muro. Debían irse de allí antes de que los viesen. De pronto, una flecha surcó el aire y se clavó en la tierra a escasos metros del orco. -Lo que dices es i'posible, adivina... Cono'co bien a mi co'pañera. -Dijo Rasteek, mientras miraba a Gothel directamente a las cuencas vacías que eran sus ojos. -Mis visiones no mienten, Rasteek. Berenize ha estado saliendo a escondidas del campamento, y te oculta un gran secreto... -Contestó la no-muerta con tranquilidad. -La marea trajo a tu puerta una manada de bestias furiosas... Y has estado tan ciego que les has permitido cerrar sus fauces alrededor de tu amada. Y por eso, ahora, fallece lentamente. -Sentenció. El imponente trol se enderezó y estiró su musculosa espalda para mirar desde arriba a la vidente, aunque hiciese lo que hiciese, ella siempre parecía mirarlo desde encima. Se dirigió hacia su cabaña, donde la dulce Berenize fallecía lentamente, acosada por una enfermedad que, según la adivina y consejera del líder de la tribu, era culpa de los náufragos. - ¿Po' qué no me lo diji'tes, Berenize...? -Preguntó, mientras la miraba con pena y resentimiento. Su pálida y moribunda compañera le dirigió una larga mirada antes de hablar. -Sabía que los habrías eliminado... E'taban solos y pe'didos, tenían miedo... -Contestó. -Siempre quisi'tes tener un hijo, Berenize... Pero esa ge'te no eran hijos tuyos. Han si'o tus asesinos... -Dijo Rasteek, tomando la mano de su compañera. Ella intentó hablar, pero su voz se cortó de golpe. Se agarró la garganta con ansiedad, y después se relajó y murió, expulsando en su último aliento una sombra por la nariz. Magia negra. Rasteek apretó los puños con furia y golpeó las paredes de su tienda, para después arrodillarse a llorar. Pagarían por lo que habían hecho. -Lleva a todos tus ejércitos contigo, hazles recorrer la selva con sed de sangre... Lleva también al sumo sacerdote de los Loa, que los guerreros sientan su presencia... -Dijo Gothel, mientras barajaba su tarot. -Desata la ira de los espíritus, que devoren a tus enemigos, Rasteek. Venga a tu compañera, venga al hijo que ella esperaba y te iba a dar... Que los ríos se tiñan del rojo de la sangre, y las montañas de cadáveres hagan palidecer los muros de esta ciudad... -Rasteek escuchaba, extasiado, el discurso de la vidente. -Pero el sumo sace'dote no puede dejar sola la pe'la... -Yo custodiaré la perla. No debes preocuparte por eso. -Contestó. El líder asintió, y se marchó en dirección al altar central. Graug daba órdenes a gritos, nervioso por el descubrimiento recién realizado. Debían marcharse cuanto antes, pero los magos tardaban en abrir el portal, debido a las dificultades que presentaba el geolocalizador. Pronto comenzaron a canalizar los encantamientos pertinentes para abrir el portal, que lentamente comenzó a materializarse, aunque debía estar estabilizado antes de ser cruzado. De pronto, el suelo comenzó a temblar de forma casi imperceptible, aunque su fuerza fue aumentando con los segundos... Un chillido salvaje rasgó el silencio como un cuchillo de hoja serrada, un alarido horriblemente violento y sanguinario. Los miembros del campamento dirigieron la vista hacia la selva, por dónde podía empezar a adivinarse la figura de distintos trols, corriendo hacia ellos en actitud amenazante. Con miedo desesperado, comenzaron a recoger sus pertenencias en un caótico desorden, y saltaron al portal de forma precipitada y descuidada, mientras los guerreros se preparaban para defender la retaguardia. Graug se limpió el sudor de la frente, aquella podría ser su última batalla... El enemigo era mucho más numeroso. Vio por el rabillo del ojo cómo Liryel adoptaba pose de tiro con arco y sacaba una flecha de su carcaj. -Martillo Sangrante. -Le dijo, con tono desafiante. Graug se giró a mirarla. -A pesar de todo, ha sido un placer. -Añadió, con una sonrisa llena de camaradería. Graug asintió, sonriendo también. Aquella maldita elfa tenía arrestos. De pronto, Liryel dio una orden a gritos, y una pequeña manada de raptores corrió en dirección a la selva, causando que los trols se dispersasen, abriendo un hueco en sus filas. - ¡Atacad! -Vociferó Graug- ¡Sangre y honor! Los arqueros disparaban, y los guerreros cargaron contra los trol que intentaban saltar las picas de madera del campamento, mientras los civiles del campamento cruzaban el portal. Graug cerró los ojos para entrar en comunión con los elementos, y después invocó una cadena de rayos que impactaron contra una fila de siete trols, derribándolos en el acto. Sin embargo, Graug sabía que aquellas victorias eran algo miserable. El líder de los trol, el compañero de Berenize, estaba jugando a desgastarlos con pequeñas avanzadillas para después arrasarlos sin problema, debían huir. - ¡Retiraos hacia el portal! ¡Retroceded sin dar la espalda al enemigo y abandonad la batalla! ¡Sobreviviremos un día más! -Gritó. Todos retrocedían a paso lento, andando de espaldas hacia los magos sin'dorei, que empezaban a cruzar también. De pronto, el muro de picas cayó y un imponente trol cruzó la zanja de un salto, apuntando a Graug con su arma. Sin duda, aquel era Rasteek: Un trol alto y musculoso, de largos colmillos y gesto desfigurado por la ira. Llevaba la cara pintada con motivos de guerra trol y tatuajes tribales en los brazos. Una horrible careta de vudú adornaba su hombro, y su torso al descubierto dejaba ver alguna cicatriz ya curada. Rasteek observó a aquel gigante monstruo verde, más musculoso que él mismo, pero también más bajo y lento de movimientos, podía a apostar por ello. La vidente le había mostrado su rostro. Él había matado a Berenize, lo único bueno que le quedaba en el mundo. Pagaría cara su cobardía. Graug cargó contra Rasteek con toda su fuerza, pero este se hizo a un lado con una agilidad pasmosa y le golpeó con su maza en el hombro, haciendo que tuviese que detenerse en seco para no caer al suelo. Le dolía horrores... Rasteek arrojó a un lado su mazo y sacó el arma con el que pensaba poner fin a la vida de aquel ser: una lanza de doble filo y que manejaba como un experto. Ahora estaba herido y no podría mover su arma con soltura, era el momento. Alzó la lanza y la hizo girar para encontrar el punto de equilibrio, y después avanzó hacia Graug apuntándole con ella. De pronto, el monstruo verde clavó un puño en la tierra e hizo que temblase bajo sus pies, causando que Rasteek se desestabilizase y tuviese que parar, momento que aprovechó este para huir hacia el portal. Con ira, Rasteek arrojó su lanza, que atravesó la pierna del orco según saltaba al portal, pero no impidió que huyese. Un instante después, la luz del portal se desvaneció, y este desapareció. Rasteek apretó el puño. Su amada Berenize había quedado sin vengar. Escupió al suelo, a los Loa, a la vidente, a los náufragos, al monstruo verde... Habían hecho que lo perdiese todo. Se arrojó al suelo de rodillas y notó cómo las lágrimas acudían a sus ojos. Sus subordinados observaban, pero no le importaba ya. Gothel descendió los últimos peldaños del templo trol, donde dos guerreros custodiaban la entrada. Sonrió, haciendo que los huesos de su mandíbula crujiesen de forma siniestra. Después elevó una mano, pálida y esquelética, y alzó dos dedos. Los guardias parecían estupefactos, e iban a hablar, pero ante un gesto de aquella mano muerta, ambos huyeron despavoridos, y después, pronunciando una palabra, cayeron al suelo entre horribles dolores. Empujó el portón y cruzó a la sala de la perla, dónde aquella reliquia reposaba en funesto silencio... Puso sus manos alrededor de ella, acariciándola, y después la guardó en uno de los pliegues ocultos de su túnica. Después, arrebujándose en su manto, desapareció entre las sombras.
  13. Vaya un plagio de las palabras de Gothel, voy a tener que ponerle copyright a la vidente PD: Graug no era el líder del Filo del Alba, era el líder de la guardia de las islas. Los líderes del Filo del Alba eran Heleonora, y debajo de esta Welethrim y tras su muerte, Irvim
  14. Desde Suramar Rol Army os deseamos buena suerte en vuestro proyecto, y nos mostramos abiertos a colaboraciones y eventos conjuntos! Estamos preparando una trama abierta al mundo en la que cualquiera, sea o no de nuestra hermandad, podrá rolear. Si os interesa más información contactad conmigo, la Maestra de Rol de la hermandad, y os daré los detalles! Mucha suerte, y ánimo 🍀
  15. LA LEONERA: DESAPARICIONES MISTERIOSAS (Evento policíaco): Brumnilda salió aquel día de la taberna con paso animoso y aire pizpireto, avisando al mozo de la barra de que se dirigía hacia el bosque, a visitar a algunos amigos y recoger frutos y hierbas necesarias para cocinar, por lo que llevaba un pequeño machete una escopeta, por si la asaltaba algún animal salvaje. Se despidió con sonoras risotadas y miradas pícaras de los guardias que le abrieron las puertas de la ciudad, y emprendió su camino tan llena de vida como siempre. Pero las horas pasaron, y no volvía. El encargado de la taberna asegura que se quedó despierto esperando su regreso, pero ella no volvía. Llegó la madrugada, y los gritos imperantes y socarrones de la alegre enana no se escuchaban, retumbando por la taberna, por lo que corrió hacia las puertas de la ciudad y avisó a los guardias, que pronto salieron a buscarla. Volvieron sin ella, pero habían encontrado algo en el sendero: una escopeta con el cuello doblado por una fuerza brutal, un machete manchado de sangre, coleteros (seguramente del moño de la mujer), trozos de tela de varios tipos, incluso de cuero, y una pequeña libreta llena de escrituras en idioma enano. Además, se veían varias huellas de zapatos huyendo de la escena. Algo terrible debía haberle pasado a Brumnilda, pues ella jamás renunciaría a su libreta de "curiosidades" de la ciudad. Ahora, es labor de las autoridades y lugareños que lo deseen, investigar esta extraña desaparición. Perfiles de sospechosos iniciales (puede haber más sospechosos, tantos como se deseen, según vaya avanzando la trama. Además, el culpable no tiene por qué estar entre los iniciales) El mozo de la taberna: Un sospechoso algo sorprendente, teniendo en cuenta que dio la voz de alarma, sin embargo, si se piensa detenidamente... Cobraba una miseria y trabajaba largas horas, era el heredero del negocio y la fortuna de la enana, y era el que mejor conocía el recorrido que había hecho la anciana. Además, dar la voz de alarma sería una forma perfecta de encubrirse, ¿no? Taurens del bosque: Bueno, si bien la ausencia de huellas de pezuñas parece indicar que no estuvieron allí, hay formas de ocultar las huellas. Además, se requiere mucha fuerza física para separar a Brumnilda de su libreta. Ah, y para doblar la escopeta de acero, claro. Granjeros del bosque: Brumnilda, si bien no lo aparentaba, tenía una buena cantidad de dinero amasada por sus años de trabajo, aunque prefería guardar ese oro. Algunos lo llamarían tacañería. Probablemente algún granjero proveedor de la posada, descubriría que ella les pagaba mucho menos de lo que podía pagarles en realidad, y eso despertó su odio. El dinero es un móvil a tener en cuenta. Alastor: Era más que sabido que el gobernador no profesaba demasiado cariño por la enana, tratándola con dureza y frialdad. Probablemente, hastiado de su presencia y su aire curioso la eliminase. ¿Tal vez descubrió ella algo que no debía saberse? Ciudadanos afectados por sus cotilleos: Son muchos los damnificados por la "curiosidad" de la enana. Algunos realmente han perdido mucho por su culpa, desde su familia al hacerse pública una infidelidad, dinero por enterarse de un robo... Brumnilda era el IV:7 de La Leonera, y muchos querrían silenciarla.